Aunque creció viendo películas, Armando Ibáñez nunca pensó en ser cineasta, pues lo veía como algo inalcanzable debido a la situación económica de su familia. Cuando sus padres se vinieron de México a los Estados Unidos, lo primero que le dijeron fue: “Si tienes metas olvídate de ellas, aquí lo único que vas a hacer es trabajar, aprender inglés y no meterte en problemas”.
Desde que llegó a los Estados Unidos, a los 18 años, Armando empezó a trabajar en restaurantes y abandonó sus sueños tal como le dijeron, pero un día, unos 10 años después, vio en la televisión al movimiento de los Dreamers que andaban protestando en la calle y fue una sacudida en su vida. Se preguntó quiénes eran, pues no podía creer que hubiera más personas como él, que estuvieran escondiéndose por su estado legal.
Fue así que Armando se involucró en el movimiento inmigrante y se dio cuenta de que muchos se definían como gays, lesbianas o trans. Eso lo cambió, pues hasta ese momento se había sentido como en una prisión por su identidad, por sus sentimientos y sus emociones, porque no sabía cómo expresarlas.
Después supo también que muchos Dreamers habían ido a la universidad y se habían graduado. La venda se le cayó de los ojos y vio que sí podía ser lo que soñaba, por lo que se puso a investigar y terminó inscribiéndose en el programa de cine de un community college de Los Angeles, California.
“Fue algo que nunca creí que iba a hacer, porque en la cultura de donde vengo no estamos acostumbrados a soñar más, a hacer cosas, como ser cineasta, para mi era algo que solamente los ricos o la gente blanca puede hacer”.
A esas alturas ya había salido del clóset, pero después de vivir en los Estados Unidos por 15 años cayó en una depresión por ser indocumentado y por ser gay, y tuvo que ir a terapia. Un día una amiga le platicó de la serie Awkward Black Girl, de Issa Rae, y cuando Armando la vio le devolvió las ganas de vivir.
“Me dije: Yo quiero hacer lo que ella está haciendo, quiero poner mi vida en Youtube. Me di cuenta de que yo puedo escribir, puedo hacer mis proyectos y agarrar una cámara”.
Estaba tan inspirado por esa serie que se puso a escribir la historia de Undocumented Tales, en la que hablaba de situaciones que no había visto en las películas de Hollywood o los medios de comunicación.
“Hollywood siempre ha mostrado a la gente indocumentada cruzando el desierto, llorando, con todas las dificultades, pero no enseña la otra cara, de que a pesar de todas las barreras seguimos adelante. Ese fue uno de los principales puntos que quería tocar con mi serie”.
Undocumented Tales relata la vida de Fernando, un indocumentado que vive en el clóset y ya no encaja en los dreamers porque tiene 30 años. La primera temporada constó de 2 capítulos y muestra cómo navega el personaje entre su vida personal y profesional, tratando de encontrar un lugar en este país, su país. En la segunda temporada, con 6 episodios de 15 minutos cada uno, aborda la aceptación familiar. Las dos temporadas están disponibles en Youtube.
La comunidad LGBTQ de Los Angeles apoyó a Armando Ibáñez para realizar la serie. La respuesta fue tan buena que al ver el éxito de la primera temporada de inmediato planeó la segunda, pero al platicar del proyecto con personas que tenían más experiencia éstas le decían que no iba a poder hacerlo, que era un proyecto muy ambicioso, que no estaba listo.
Él mismo también pensaba que no estaba preparado, pero se desafió a sí mismo y le vendió la idea a sus amigos del restaurante donde trabajaba para que lo ayudaran a decorar el set. Logró juntar 4 mil dólares en una campaña de fondeo y los usó para comprar comida durante la filmación.
“Hubo casi 300 personas que trabajaron gratis hasta 20 horas en un día. Estamos creando comunidad en el set porque el ambiente es diferente, se respira la pasión, se respira el amor, se siente que la gente cree en el proyecto”.
Hoy, Armando Ibáñez se siente más vivo que nunca, siente que quiere hacer todo, quiere escribir más, quiere dirigir, quiere hacer documentales y comedias, y por lo pronto ya está pensando en la próxima temporada de Undocumented Tales.
“Como indocumentado me siento con el poder de escribir mis historias, descubrí que para mí es terapéutico, poner esas historias en la pantalla es sanador para mí y he visto que es sanador para otra gente”.